martes, febrero 22, 2011

Distopía rusa (II).

Qué mejor manera de retomar el blog después del parón de los exámenes que una nueva aproximación a Marte. En esta ocasión haremos el viaje de la mano de Alexander Bogdánov y su novela Estrella Roja, publicada en 1908. Lo que tenemos entre manos es un producto ligado a la ideología socialista imperante tras la supresión de la Revolución rusa de 1905 y que, sin embargo, queda lejos de convertirse en una mera octavilla política. Esta obra ostenta el título de ser una de las primeras fantasías futuristas en ruso y algunos la sitúan entre los antecedentes del steampunk.

No deberíamos dejarnos engañar por la aparente ingenuidad del argumento. El protagonista es un activista revolucionario que es elegido por una avanzadilla de marcianos para visitar su mundo. La sociedad en Marte parece haber alcanzado la mayor parte del ideal comunista y se va desvelando como la culminación de la evolución lógica de todas las sociedades humanas. Pero ni la abolición del dinero y la propiedad, ni la desaparición de las naciones, ni la emergencia de una nueva organización del trabajo, ni la laxitud en las relaciones interpersonales, traen consigo la garantía de la felicidad.

La edad de la novela no representa en absoluto un inconveniente mientras se lee sino todo lo contrario. Resulta sorprendente encontrarse con una tecnología marciana que resulta una extrapolación para nada disparatada de las innovaciones de la época. Las naves espaciales utilizan energía nuclear en su propulsión doce años después de que Becquerel descubriera la radiactividad y los marcianos se desplazan en góndolas voladoras sólo cinco años después del vuelo de los hermanos Wright. Y aunque esté presente el fantasma del evolucionismo social en esa cristalización del estadio definitivo de la sociedad en los marcianos -como resultado de una dura escalada desde los peldaños más oscuros del salvajismo, pasando por sangrientos periodos de barbarie hasta alcanzar por fin la civilización-, llama muchísimo la atención esa actitud cautelosa frente a las promesas del progreso. Es en esta línea en la que se hacen presentes problemas relacionados con la superpoblación y el agotamiento de recursos, entre otros.

[…] un organismo debe atravesar varias etapas, de la misma forma que un individuo debe repetir todas las etapas del desarrollo de una sociedad.

El contraste con la lucha de clases en las sociedades industriales resulta muy edificante en las reflexiones sobre la dinámica de transición que están experimentando hoy en día las sociedades de los países desarrollados. Como se menciona en el prólogo de la edición de Nevsky Prospects, se observa con cierta nostalgia la motivación y el calado de las ideologías, como respuesta a la esperanza de mejora de las condiciones de vida y la confianza en que las masas pueden cambiar el sistema. En la configuración actual de desequilibrios estructurales, los individuos desfavorecidos no tienen siquiera cabida en el sistema y sus posibilidades de éxito ya no dependen tanto de su esfuerzo personal. Las clases trabajadoras nunca llegaron a convertirse en mayoritarias. Las clases medias se han ido desdibujando por efecto de una movilidad favorecida por el auge de los Estados de Bienestar y han dado paso a una mayoría conformista. Las diferencias que los separan de los crecientes sectores excluidos de la sociedad son cada vez mayores y transgreden el ámbito económico. La movilidad entre ambos grupos es unidireccional. En la medida en que tener un trabajo digno (en contraste con los empleos mal pagados, a tiempo parcial, contratos eventuales, situaciones de paro de larga duración…) supone mucho más que una diferencia en los niveles económicos, los parámetros que hoy definen la exclusión social y los índices que intentan cuantificar el umbral de la pobreza en los países desarrollados incluyen, además de las variables salariales, otras relacionadas con la salud, la vivienda, apoyos sociales (amigos y familia) y factores psicológicos (motivación, alienación) de los sujetos. Es en este contexto de sociedad de riesgo -en la que nadie está libre de caer en los diferentes niveles de exclusión-, en el que no existen mecanismos institucionalizados de expresión. Las referencias de identidad, como el viejo concepto de clase, se diluyen dejando paso a grupos más locales y segmentados; y las reivindicaciones tienden a hacerse en la calle, buscando la mayor repercusión mediática y creando un clima de inseguridad que lleva al blindaje de las clases medias, con separaciones físicas como barrios, rejas o dispositivos de vigilancia. Esta tendencia de aislamiento (bien sea a nivel individual, bien a nivel de grupo) se traduce en un equilibrio inestable, en el que los sectores privilegiados se consideran responsables de la sustentación del sistema y florecen las formas de política no-solidaria. Este aislamiento, junto al aumento de las medidas de seguridad y vigilancia, ya ha sido señalado por algunos como factor de riesgo en la dirección de una progresiva pérdida de legitimidad de nuestros gobiernos democráticos. Un panorama bastante diferente al que nos encontramos en Marte, ¿cuál es en esta ocasión la distopía?

Me parece que siento todo tu joven planeta en tus abrazos. Es despotismo, es egoísmo, es un deseo desesperado por la felicidad.

Estrella roja. Alexander Bogdánov.


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